FILOSOFÍA CLASE 1
BUENOS DÍAS!
Hola mi nombre es Estela Potenza y comenzaremos a transitar el desarrollo de las clases por este medio y así tratar de generar un espacio de aprendizaje que como práctica les será muy útil a futuro.
Nuestro horario será los días lunes de 7.40 a 9.40.
En ese día y horario subiré las actividades correspondientes. Demoraré un poco hoy porque todo lo estamos armando. Ya tendremos la oportunidad de conocernos y por favor tomen todas las medidas de cuidado que se recomiendan.
LES PIDO COLOCAR EN ASUNTO:ESCUELA-APELLIDO-
EL MAIL ES : mpotenza@abc.gob.ar
El formato del archivo en lo posible que se realice en Word para una corrección más simple.
TEXTOS A TRABAJAR
Hola mi nombre es Estela Potenza y comenzaremos a transitar el desarrollo de las clases por este medio y así tratar de generar un espacio de aprendizaje que como práctica les será muy útil a futuro.
Nuestro horario será los días lunes de 7.40 a 9.40.
En ese día y horario subiré las actividades correspondientes. Demoraré un poco hoy porque todo lo estamos armando. Ya tendremos la oportunidad de conocernos y por favor tomen todas las medidas de cuidado que se recomiendan.
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CLASE 1
UNIDAD EXPLORATORIA
CONTENIDOS: Mito.
Características. Mito y Literatura.
ACTIVIDADES:
1. Investigar
sobre el concepto de mito. Redactar una breve síntesis citando la fuente de
donde se extrae a información.
2. Si
la fuente proviene de un libro, citar en este orden: AUTOR; AÑO EDICIÓN; TÍTULO
LIBRO; EDITORIAL; CIUDAD DE ORIGEN LIBRO; PÁGINA.
3. Si
la fuente proviene de internet: citar la página consultada con la fecha de
dicha consulta.
4. Efectuar
una lectura comprensiva del mito de Teseo y el Minotauro en dos versiones
propuestas. La primera versión surge de un diccionario de mitología y la
segunda versión es desde la Literatura.
5. Efectuar
una comparación escrita de la manera en que se describen a los personajes principales:
Teseo y el Minotauro.
6. Enviar
lo solicitado en una página (punto 1 y 5).
7.
Consultar dudas puntuales que surjan.
TEXTOS A TRABAJAR
Teseo y el Minotauro
Hace miles de años, la isla de
Creta era gobernada por un famoso rey llamado Minos. Eran tiempos de
prosperidad y riqueza. El poder del soberano se extendía sobre muchas islas del
mar Egeo y los demás pueblos sentían un gran respeto por los cretenses.
Minos llevaba ya muchos años
en el gobierno cuando recibió la terrible noticia de la muerte de su hijo.
Había sido asesinado en Atenas. Su ira no se hizo esperar.
Reunió al ejército y declaró la guerra contra los atenienses.
Atenas, en aquel tiempo, era
aún una ciudad pequeña y no pudo hacer frente al ejército de Minos. Por eso
envió a sus embajadores a convenir la paz con el rey cretense. Minos los
recibió y les dijo que aceptaba no destruir Atenas pero que ellos debían
cumplir con una condición: enviar a catorce jóvenes, siete varones y siete
mujeres, a la isla de Creta, para ser arrojados al Minotauro.
En el palacio de Minos había
un inmenso laberinto, con cientos de salas, pasillos y galerías. Era tan grande
que si alguien entraba en él jamás encontraba la salida. Dentro del laberinto
vivía el Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre. Cada luna
nueva, los cretenses debían internar a un hombre en el laberinto para que el
monstruo lo devorara. Si no lo hacían, salía y llenaba la isla de muerte y
dolor.
Cuando se enteraron de la
condición que ponía Minos, los atenienses se estremecieron. No tenían
alternativa. Si se rehusaban, los cretenses destruirían la ciudad y muchos
morirían. Mientras todos se lamentaban, el hijo del rey, el valiente Teseo, dio
un paso adelante y se ofreció para ser uno de los jóvenes que viajarían a
Creta.
El barco que llevaba a los
jóvenes atenienses tenía velas negras en señal de luto por el destino oscuro
que le esperaba a sus tripulantes. Teseo acordó con su padre, el rey Egeo de
Atenas, que, si lograba vencer al Minotauro, izaría velas blancas. De este modo
el rey sabría qué suerte había corrido su hijo.
En Creta, los jóvenes estaban
alojados en una casa a la espera del día en que el primero de ellos fuera
arrojado al Minotauro. Durante esos días, Teseo conoció a Ariadna, la hija
mayor de Minos. Ariadna se enamoró de él y decidió ayudarlo a Matar al monstruo
y salir del laberinto. Por eso le dio una espada mágica y un ovillo de hilo que
debía atar a la entrada y desenrollar por el camino para encontrar luego la
salida.
Ariadna le pidió a Teseo que
le prometiera que, si lograba matar al Minotauro, la llevaría luego con él a
Atenas, ya que el rey jamás le perdonaría haberlo ayudado.
Llegó el día en que el primer
ateniense debía ser entregado al Minotauro. Teseo pidió ser él quien marchara
hacia el laberinto. Una vez allí, ató una de las puntas del ovillo a una piedra
y comenzó a adentrarse lentamente por los pasillos y las galerías. A cada paso
aumentaba la oscuridad. El silencio era total hasta que, de pronto, comenzó a
escuchar a lo lejos unos resoplidos como de toro. El ruido era cada vez mayor.
Por un momento Teseo sintió deseos
de escapar. Pero se sobrepuso al miedo e ingresó a una gran sala. Allí estaba
el Minotauro. Era tan terrible y aterrador como jamás lo había imaginado. Sus
mugidos llenos de ira eran ensordecedores. Cuando el monstruo se abalanzó sobre
Teseo, éste pudo clavarle la espada. El Minotauro se desplomó en el suelo.
Teseo lo había vencido.
Cuando Teseo logró reponerse,
tomó el ovillo y se dirigió hacia la entrada. Allí lo esperaba Ariadna, quien
lo recibió con un abrazo. Al enterarse de la muerte del Minotauro, el rey Minos
permitió a los jóvenes atenienses volver a su patria. Antes de que zarparan,
Teseo introdujo en secreto a Ariadna en el barco, para cumplir su promesa. A
ella se agregó su hermana Fedra, que no quería separarse de su hermana.
El viaje de regreso fue
complicado. Una tormenta los arrojó a una isla. En ella se extravió Ariadna y,
a pesar de todos los esfuerzos, no pudieron encontrarla. Los atenienses, junto
a Fedra, continuaron viaje hacia su ciudad. Cuando Ariadna, que estaba
desmayada, se repuso, corrió hacia la costa y gritó con todas sus fuerzas, pero
el barco ya estaba muy lejos.
Teseo, contrariado y triste
por lo ocurrido con Ariadna, olvidó izar las velas blancas. El rey Egeo iba
todos los días a la orilla del mar a ver si ya regresaba la nave. Cuando vio
las velas negras pensó que su hijo había muerto. De la tristeza no quiso ya
seguir viviendo y se arrojó desde una altura al mar. Teseo fue recibido en
Atenas como un héroe. Los atenienses lo proclamaron rey de Atenas y Teseo tomó
como esposa a Fedra.
Grimal, Pierre; 2008; Diccionario de
mitología griega y romana; Editorial Paidós; Buenos Aires.
La casa de Asterión
Jorge
Luis Borges
Y la reina dio a luz un hijo que se
llamó Asterión.
Sé que me
acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales
acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que
no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es
infinito)1 están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales.
Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato
de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo, hallará una casa
como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en
Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo
mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un
prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura?
Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví,
lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras
descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero
el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me
habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al
estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se
ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con
el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es
que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres;
como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las
enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está
capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y
otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A
veces lo deploro porque las noches y los días son largos.
Claro que
no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por
las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de
un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas
desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar
a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me
duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos).
Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a
visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora
volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien
decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de
arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos
buenamente los dos.
No sólo he
imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de
la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un
patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres,
abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es
el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas
galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las
Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló
que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está
muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar
una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado
las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa
nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el
fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia
dura pocos minutos. Uno tras otro cae sin que yo me ensangriente las manos.
Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las
otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su
muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la
soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo.
Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos.
Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi
redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con
cara de hombre? ¿O será como yo?
El Sol de la mañana reverberó en la
espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
- ¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-.
El minotauro apenas se defendió.
FIN
Buenas tardes Profesora.
ResponderBorrarUna vez finalizada la actividad, por cual medio deberá ser enviado?.
Desde ya muchas gracias.
Cuando hay que entregar el trabajo? Nos pasa su mail?
ResponderBorrarel trabajo se entrega el viernes ya que el lunes es feriado.
Borrarmail: mpotenza@abc.gob.ar